Buscar este blog

viernes, 23 de mayo de 2014

FANTASMA

Luces a medio gas iluminaban la calle provocando sombras y zonas oscuras. Temeroso y al acecho, Jonathan avanzaba por esas calles con el corazón acelerado. Miró a su alrededor arreglándose la corbata y agarrando más fuerte el maletín negro lleno de utensilios de medicina. Se preguntó, por milésima vez, el motivo por el cual había decidido volver a casa caminando en lugar de ir en carruaje. Su respuesta mental fue inmediata, porque no pensaba las cosas dos veces.




Aceleró sus pasos mientras oía un sonido sospechoso a su espalda. El frío era lacerante y el viento silbaba a través de las rendijas de las alcantarillas. Seguía oyendo un sonido tras de si, y se acercaba peligrosamente, acelerando todavía más su circulación.
De pronto, una mano lo agarró del hombro y lo obligó a girarse. Se encontró ante unos ojos brillantes verde mar, colocados, curiosamente, en un rostro desfigurado. Cicatrices profundas cruzaban toda su superficie de lado a lado sin tener en cuenta boca ni tabique nasal. Cogió el maletín y se lo puso en el pecho instintivamente inspirando una gran bocanada de aire.
- Vete - dijo el hombre con voz arrugada y susurrante. Dio un paso atrás muy lentamente, sus piernas no le reaccionaban ante la visión de un hombre con aquel aspecto monstruoso.
- Corre - siguió el hombre más amenazante todavía. Jonathan se giró rápidamente y se abalanzó a toda velocidad en dirección contraria. Corrió y corrió pero solo consiguió llegar hasta la siguiente esquina. Allí, justo al rodearla, algo afilado se clavó en su abdomen. Por segunda vez, se vio reflejado en unos ojos azules de una belleza impresionante. Una sonrisa llena de dientes se dirigía hacia él disfrutando ante su expresión de terror incontenido. Jonathan cayó de rodillas, víctima de un mareo incontrolable. Su respiración entrecortada y un dolor, que, por momentos, se hacía insoportable, le enviaba un mensaje subliminal sobre su pronto final.
Su experiencia médica le enviaba la información como si de un mensaje del Divino se tratara. Su último pensamiento fue lo desgraciado que era al llevarse, como última imagen, la cara de su propio asesino. Deseó con todas sus fuerzas salir adelante en aquella batalla, quería ajusticiar al verdadero monstruo, recompensar al hombre... su deseo, desde la infinidad del universo, fue escuchado y concedido. Abrió los ojos parpadeando forzosamente. Movió la cabeza pesadamente de un lado a otro para despejarse un poco. Se sentía totalmente adormecido, su propio cuerpo le pesaba toneladas. Consiguió poco a poco visualizar lo que tenía delante, al divisar a su asesino su pecho se hinchó de ira y, al intentar agarrarlo por el cuello cayó hacia delante atravesando el cuerpo. Una vez estirado en el suelo, preso de una sorpresa paralizante, se giró hacia atrás poco a poco. Lo que vio le hubiera hecho contener el aliento si lo hubiera tenido. Su cuerpo estirado atravesaba las piernas del hombre que lo miraba a él mismo tirado en el suelo sobre una mancha de sangre. Se vio a si mismo con su propia expresión de muerte reflejada en la cara. Apartó la mirada impactado y volvió a su asesino.
Éste ya comenzaba a caminar rápidamente hacia una calleja oscura al otro lado de la calle. Poco a poco se levantó notando como flotaba en el aire. Se miró detenidamente empezando por unos pies que ya no existían. Una niebla espesa lo mantenía a flote a unos centímetros sobre el suelo. Subió un poco más su observación y vio que dicha nube se convertía en su dos piernas, su cadera, su estómago, su pecho y todo el resto. Algo más tranquilo y, empezando a acostumbrarse a su nueva situación espiritual, volvió a admirar su pose mortal. Era bastante grotesca, aunque suponía que era normal que no le gustara, ya que la situación evidentemente era inusual. No todos los días se encontraba uno delante de su propio cadáver. De pronto, se dio cuenta de su propia estupidez. Con gran esfuerzo consiguió avanzar sobre aquella irritante nubecilla. La costumbre de caminar sobre sus dos pies era toda una molestia. Se dejó deslizar con suavidad y comenzó a avanzar muy rápido. El propio susto lo frenó de golpe y volvió a caer al suelo. Se levantó con la determinación acumulada en su ceño fruncido y volvió a probar, esta vez más despacio. Poco a poco comenzó a dejar atrás el escenario del crimen y empezó a avanzar hacia donde se había ido el hombre.
Una sonrisa surcó su cara, primero de triunfo ante las nuevas experiencias aprendidas, luego de venganza. Avanzó y avanzó, cada vez más rápido, cada vez más furioso. ¿Quién había dado derecho a aquel hombre a quitarle lo que más preciaba en el mundo? ¿La vida? Su enfado se extendía por todos los poros de su fantasmagórica figura. Él se había dedicado a salvar vidas todos los días, y si no podía, intentaba darles un alivio a sus pesares, tanto medicinal como moral. Un premio, como hijo de la ciudad, lo demostraba colgado en el salón de su pequeña casa. Y una satisfacción en el fondo de su corazón por su trayectoria se lo confirmaba.
Pronto lo alcanzó. Se dirigía hacia la zona del puerto, así que no le quedaba mucho tiempo para actuar, ya que estaba llena de bares y gentes de la noche.
No sabía si alguien podía verlo, no sabía como lo haría, pero debía vengarse de aquel hombre. Lo siguió un poco más y, al llegar justo en medio del puente que debía cruzar para llegar a la zona más poblada, lo alcanzó se puso ante el. Cerró los ojos y probó a frenar sus pasos de alguna manera. Al abrirlos se encontró al hombre mirándolo con cara aterrorizada.
-¿Me ves? - no pudo evitar preguntar.
El hombre levantó el brazo protegiéndose parte de la cara y dio un paso atrás como respuesta. Jonathan hizo fuerza para controlar sus movimientos. Deseo que no pudiera moverse, deseó paralizarlo y tenerlo bajo su voluntad durante un rato.... y así fue. De pronto, sus ojos miraban al lugar donde él había estado hacía unos momentos. Observó con cuidado su entorno, después de lo que había pasado, era difícil sorprenderlo ya. Al otro lado del puente luces se distinguían junto con el leve murmullo de voces hablando sin ningún tipo de orden ni concierto tras las duras paredes de los locales. Se miró a si mismo y comprendió. Se hallaba en el cuerpo de su asesino. Lo primero que le pasó por la cabeza fue agarrar el cuchillo que bailaba en su cinturón y clavárselo. Pero, por mucho que le pesara, eso iba contra todo lo había aprendido. Tomó entonces una decisión. Comenzó a caminar hacia adelante dirigiéndose a la comisaría de policía. Llegó en unos diez minutos que le parecieron eternos. Al llegar a la puerta estaba exhausto. Su aura espiritual no era lo suficientemente fuerte como para soportar mucho tiempo más de 90 kilos de peso corporal. Respiró hondo un par de veces y abrió la puerta. La escena siguiente fue breve y concisa y así quedó plasmado en el informe policial provisional:

10/01/1890
Julius Sanpet, hijo de Sol, sin oficio, y de madre desconocida, confiesa su culpabilidad sobre el asesinato de Jonathan Sanpet, hijo de Lili, de oficio costurera y padre desconocido. El acusado entrega arma homicida con restos de sangre en sus ropas. Todos los hechos y detalles confesados coinciden con la escena del crimen y las pruebas encontradas. Encarcelado y puesto a disposición judicial esperará la sentencia del juez Collins.


El hombre de la cara desfigurada sonreía divertido.... ese Jonathan, no podía evitar sentir debilidad por él. Desde que lo había descubierto, su mente le había parecido de lo más curiosa. Tanta honestidad, tanta moral, tanta corrección, tantos buenos sentimientos, lo abrumaron en un primer momento, luego le divirtieron. Al fin y al cabo, no era justo que, un hombre como Jonathan, muriera por una causa tan injusta: descubierto por su hermano, envididoso ante la vida que llevaba, tan diferente de la suya, y abocado ante su victimismo enfermo hacia el asesinato. Raro que, en ningún momento, estos mortales se plantearan el hecho de que, algunas cosas en la vida, las recibían porque habían luchado por ellas. No pudo evitar hacerle aquel favor. Volvió a reír y movió la cabeza al haber leído el último pensamiento de Jonathan antes de desvanecerse... la decepción sentida al no poder darle nada a cambio a aquel hombre monstruoso, aquel hombre de corazón generoso que le había avisado de su muerte poco antes de los sucesos. La gente nunca cambiaba en la profundidad de su ser, solo sufrían algunas transformaciones. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario