- Esto es ridículo - farfullo
por lo bajo.
Desde luego soy tonta, pero no tonta no, sino TONTA.
No se como siempre me
puede pasar igual. ¿Dónde está el orgullo del que presumo? Siempre con mis
aires altivos, mi voz profunda, mi expresión correcta, mi mirada inquisidora...
¿dónde narices me he dejado todo eso? Aunque desde luego no es muy fácil
mantener la compostura cuando un imbécil se tira encima tuyo para caer los dos en un charco lleno de barro, agua, barro y... y barro.
Al llegar al suelo, lógicamente, mi cabreo llega a límites insospechados, así
que, ni corta ni perezosa, de un empellón me quito al sobón de encima y me
levanto.
Al mirar a mi alrededor doscientos pares de ojos se centran sobre mi persona,
directamente sobre mi traje lleno de... de, si, ¿por qué no decirlo
francamente?, lleno de mierda.
" Vale, estoy preparada para que la tierra empiece a abrirse y se me
trague".
Alzo el mentón moviendo la cabeza para retirar el pelo mojado que se engancha a
mi cara y me dirijo hacia la puerta. Deliberadamente lo hago a pasos pausados y
tranquilos.
-¡Espera!- oigo detrás de mi.
"Jodeeeer".
Me giro con calma y veo al imbécil alargándome el bolso. Se lo arranco de las
manos soltando un gracias, aunque mi tono de voz se refiere más a un
muérete, y sigo mi camino hacia la salida.
- ¡Hola!- contesta feliz.... "Maldita".
- Si tuviera que escoger entre otra de tus citas concertadas o cubrirme el cuerpo de miel en un criadero de abejas, y te recuerdo que soy alérgica,
te aseguro que no dudaría ni un momento en empezar a desnudarme.
- Vamos, vamos, tampoco habrá sido para tanto.
- Sara, hazme un favor.
- Lo que sea.
- No te acerques a mi en cuatro kilómetros a la redonda o te denunciaré por daños psicológicos.
La risa de Sara me llega como un bálsamo y me relajo de inmediato.
- Ven a casa y me cuentas.